Pobre odiosa, pobre famélica vida que le tocó vivir. Entre los ruidos de las tazas en la hora del te, untó la mantequilla endurecida, mascó un pan integral y prendió un cigarrillo, siempre se puede alimentar y cagar al cuerpo de una vez, para qué esperar, para qué hacer lo correcto, sí la suerte está echada, y salvo ganar un camión goliat a los cuatro años, eventos afortunados no hubo.
El teléfono sonó. Sin apuros ni expectativas, entre bocanadas de humo contestó.
La curiosidad mató al gato, y así como iba, una longeva vida sin sobresaltos le esperaba. Noticias buenas o malas daban igual, seguro un número equivocado, alguien haciendo una encuesta o publicidad engañosa diciendo: Ud ha ganado un viaje al caribe, sólo debe darnos el número de su tarjeta de crédito, comprobar el cupo de su débito y listo, pero como no tenía tarjeta de ningún tipo, eso tampoco importaba.
Y los amigos dejaron de llamar hace tiempo, el mismo día en que cometió el error cerrarles la puerta en sus caras por enésima vez, y de paso decirles lo poca importancia de sus existencias.
- Soy tu hermana, necesito hablar contigo.
- Y para qué, no creo que debamos hablar, no nos hace bien.
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