martes, septiembre 30, 2008

Hermanas



Pobre,odiosa y famélica vida que le tocó vivir. Entre los ruidos de las tazas en la hora del te, untó la mantequilla endurecida, mascó un pan integral y prendió un cigarrillo. Siempre se puede alimentar y cagar al cuerpo de una vez, para qué esperar, para qué hacer lo correcto, sí la suerte está echada, y salvo ganar un camión goliat a los cuatro años en la rifa de la panadería del barrio, eventos afortunados no hubo.

El teléfono. Sin apuros ni expectativas contestó, entre bocanadas de humo.

La curiosidad dicen mató al gato, pero como no gusta de los gatos cero relevancia cobra el refrán, y así como iba, una longeva vida sin sobresaltos le esperaba. Noticias buenas o malas daban igual. Seguro un número equivocado, alguien haciendo una encuesta o publicidad engañosa diciendo: Ud ha ganado un viaje al caribe, sólo debe darnos el número de su tarjeta de crédito, comprobar el cupo de su débito y listo, pero como no tenía tarjeta de ningún tipo, eso tampoco importaba.

Y como los amigos dejaron de llamar hace tiempo, el mismo día en que cometió el error cerrarles la puerta en sus caras por enésima vez, y de paso decirles lo poca importancia de sus existencias, sintiéndose el oráculo de la franqueza, valor convertido en defecto cuando es llevado al extremo, sobre todo cuando arteros comentarios punzan el orgullo herido.

- Alo, ¿con quién hablo?

- Soy tu hermana, necesito hablar contigo.

- Y para qué, no creo que debamos hablar, no nos hace bien.

Con el teléfono en una mano y el cigarrillo en la otra, miró de reojo el espejo, vio la expresión de su rostro, las cicatrices en sus brazos y colgó.

Para algunos hablar exorciza, despoja de los pensamientos atorados en el cemento pegado en viejos zapatos. Otros prefieren callar, silenciar los latidos aguantando la respiración lo máximo posible hundiendo la cabeza en la tina, hasta cuando el agua enjabonada entre en la nariz, hasta cuando la mente queda en blanco y el brillo de las paredes entra en los ojos como estalactitas.